Te digo NO. Para decirme SÍ a mí – Aprender a poner límites desde el amor propio
Durante mucho tiempo me costó decir que no en muchas situaciones. Me sentía culpable e incómoda, como si lo correcto fuera contentar a los demás y priorizarse algo que está mal.
Decir que sí se convirtió en una forma de evitar conflictos, de mantener la armonía externa, aunque por dentro algo en mí no se sintiera del todo bien. Me acostumbré a complacer, a sonreír incluso cuando no quería, a hacerme pequeña con tal de no incomodar. Y lo más doloroso es que lo hacía por miedo: miedo a no ser suficiente, a ser rechazada, a que me dejen de querer o al qué dirán.
Pero lo que no sabía entonces era que cada uno de esos sí que daba sin querer, era en realidad un no hacia mí misma. Porque cuando decimos sí por complacer, nos estamos traicionando y abandonando a nosotras mismas.
Y aunque la herida no siempre se ve, se va acumulando en nuestro interior. Se siente en el cuerpo agotado, en el alma desconectada, en esa sensación persistente de no estar del todo en casa en nuestra propia vida.

Cuando me digo sí, el universo también lo hace
Hasta que un día algo dentro de mí dijo basta. Ya no podía seguir viviendo sin escucharme. Algo dentro de mi comenzó a gritar tan fuerte que no podía seguir negándome a mi misma para sostener a los demás. Fue entonces cuando comencé a entender que poner límites no es egoísmo, es honestidad. Que decir «no» no me hacía menos empática, ni menos válida, ni menos buena. Me hacía más verdadera, más consciente, más yo.
Aprendí que decir no puede ser una forma de afecto hacia mí misma. Un acto de cuidado. Porque cuando digo no a lo que no quiero, a lo que no me honra, a lo que ya no vibra con mi energía, en realidad estoy diciendo sí a mi verdad, a mi descanso, a mi paz interior. Y si tengo que elegir entre complacer y traicionarme, hoy elijo no fallarme más.
Poner límites no siempre es fácil. A veces duele, remueve culpas antiguas y temores muy arraigados. Pero también libera. Y al otro lado del límite hay algo fundamental: mi bienestar, mi autenticidad, mi voz.
Aprendí a expresar mis noes sin justificarme de más, sin sentirme culpable por no cumplir con las expectativas ajenas. Y descubrí que las personas que me aman de verdad, entienden cuando me priorizo. Que quienes se alejan por mi «no», probablemente solo estaban presentes por algún tipo de interés.
¿Y cómo aprendemos a decir que no sin culpa?
Decir que «no» no es un acto que tenga que estar mal ni suponer un rechazo. Puede ser un ejercicio de amor propio y autenticidad. Pero también entiendo que no siempre es sencillo dependiendo de la situación y la persona que tenemos enfrente. Muchas veces, después de lograr pronunciar ese no, llega la culpa… una vieja conocida que nos susurra que quizá estamos siendo egoístas o demasiado duras.
Por eso quiero compartirte algunos consejos que a mí me han ayudado en este camino. No son fórmulas mágicas, pero son recordatorios para volver a ti cada vez que te sientas dividida entre complacerte a ti o complacer a otros.
1. Recuerda que decir que no también es cuidar
A veces pensamos que amar es decir que sí a todo, pero amar también es poner límites. Cuando dices que no desde la honestidad y el respeto, no estás alejando a los demás, estás cuidando la relación más importante: la que tienes contigo.
2. No te sobreexpliques: tu no también es suficiente
Tienes derecho a decir que no sin justificar cada detalle. Si sientes que necesitas explicar demasiado, pregúntate: ¿desde dónde lo estoy haciendo? ¿Desde la culpa o desde mi centro? A veces, basta con un «no puedo en este momento» o «no me siento alineada con eso». Tu paz no necesita permiso.
3. Practica el «no» en lo cotidiano
Empieza con situaciones pequeñas: rechazar una invitación que no te apetece, posponer un compromiso que te agota, expresar una opinión distinta. Cada vez que te eliges, por más pequeño que parezca, refuerzas tu confianza interior.
4. La incomodidad es temporal. Tu bienestar, eterno.
Sí, decir que no puede incomodar al otro… y también a ti. Pero recuerda: esa incomodidad pasará. Lo que no pasa tan fácilmente es la sensación de haber ido en contra de ti. Atrévete a sostener tu incomodidad unos segundos, para no vivir con un malestar más profundo por mucho más tiempo.
5. Tu «no» auténtico abre espacio a tu verdadero «sí»
Cada vez que dices que no a lo que no te nutre, estás abriendo espacio para todo lo que sí vibra contigo. Tu energía se alinea, tus relaciones se transforman, y el universo empieza a devolverte tu propia coherencia. Y eso… es pura magia.
Elegirme no siempre es fácil, pero es necesario
Decir «no» no significa cerrar el corazón, sino abrirlo hacia dentro. Empezar a abrazarme a mí primero. Reconocer que también merezco ser escuchada, sostenida y cuidada. Que tengo derecho a estar cansada, a cambiar de opinión, a no tener ganas o a necesitar espacio.
Cuando me digo sí a mí, algo cambia. No afuera, sino dentro. Mi energía se vuelve más clara, más ligera. Mis relaciones se vuelven más honestas. Y ya no siento que tengo que demostrar nada para ser amada. Porque el amor empieza por cómo me trato a mí misma, por cómo me escucho o por cómo me elijo.
Hoy, si tengo que decir que no, lo digo. Con amor. Con respeto. Con firmeza. Porque me niego a seguir dejándome para después. Porque ya no quiero estar en lugares donde no puedo ser yo. Porque sé que merezco relaciones recíprocas, espacios seguros, vínculos que me nutran y no que me drenen.
Hoy digo no.
Para decirme sí a mí.
Con toda la fuerza de mi alma.
Y todo que aprendí en el camino.
💛 Y a ti, ¿te cuesta decir que no? ¿En qué área de tu vida más te cuesta poner límites? Me encantará leerte en los comentarios.
